lunes, 15 de noviembre de 2010

Cielo...



Cuando pensamos en el cielo no podemos evitar creer que es el espacio que tenemos sobre nuestras cabezas. Los que somos de tradición judeocristiana hemos creído que ahí habitaba Dios con toda su corte celestial… Me gusta mucho que en el idioma inglés existan dos palabras para describir a cielo: sky  para ese azul infinito que está por encima de nosotros y heaven para la residencia de Dios y los Ángeles.

Aún descubro con sorpresa que hay muchas personas que siguen teniendo esa imagen romanticona de los que es el Cielo y no los culpo ya que siempre nos han enseñado que las cosas importantes de la vida como el amor, Dios, los ángeles, el cielo, están allá afuera…

La verdad es que el cielo existe, pero no como lo concebimos en nuestra experiencia tridimensional… El cielo existe aquí, dentro de nosotros. Es un estado al que todos podemos acceder tan solo deseándolo y peleando contra nuestras miserias cada día.
Cielo significa felicidad y no es un lugar físico sino un estado al que debemos llegar. Alcanzar el cielo es trabajar bastante duro en ir quitándonos todas esas capas con que nos cubrimos para ocultar nuestra esencia y volver a ser tan puros como los niños y así acceder a esa promesa que nos dice que: “Para entrar al cielo tienes que ser un niño”. Solo seremos capaces de ver el cielo con los ojos de un niño, con esa mirada inocente que es capaz de sorprenderse todos los días…

Como cuenta la leyenda que habitábamos en el paraíso hasta que fuimos tentados por aquella serpiente que nos convenció de que había que buscar las cosas valiosas allá afuera y nos fuimos alejando de nuestro ser… perdimos la conexión con nuestra divinidad que era la que nos mantenía en ese estado de plenitud que todos añoramos… perdimos el Cielo y ahora debemos recuperarlo y en eso consiste nuestra lucha diaria… 

El Cielo es un estado de conciencia. Es quizás lo más alto que podemos alcanzar desde nuestra visión tridimensional y lo podemos encontrar a ratos: vivir pequeños momentos de plenitud, o quedarnos a vivir allí para siempre.

El cielo no se toma por asalto. No está a la venta y tampoco está parcelado para que se adquiera a cambio de indulgencias de ninguna cabeza de religión. El Cielo se gana. Al cielo llegamos como a la cima de una montaña luego de andar por caminos escabrosos, escalar por ásperas rocas y haber lidiado con dificultades respiratorias, de presión y de altura, alcanzamos la tan soñada cima y plantamos la bandera… Es nuestra mayor conquista.

No esperes a morir para arribar al cielo porque puedes vivirlo acá en la tierra… claro que no es gratis. Derramarás unas cuantas lágrimas mientras te vas desapegando de todo lo que te ata a la Tierra, pero una vez que lo hayas conquistado no puedo prometerte que no volverás a llorar… pero llorarás de alegría…
Me® 

Si reenvias este texto, respeta el trabajo de la autora, no elimines ni cambies su nombre ni el texto. Cita la fuente correctamente. Se consciente de tu ética espiritual.

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